FRANK ROBINSON, SU PASO POR CULIACÁN

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¿Cómo es que Frank Robinson llegó a Culiacán? ¿Se puede decir que en el estadio "Angel Flores" conectó el último jonrón de su grandiosa carrera?

Tras un juego celebrado en Culiacán en Octubre de 1985, afuera de los vestidores de los ganadores Tomateros, un grupo de aficionados esperaban la salida de Nelson Barrera, quien en el juego había conectado par de cuadrangulares, uno de ellos realmente panorámico por el jardín izquierdo.

Mientras, en aún en el terreno de juego, el popular “Tuza”, guardacampo del estadio “Angel Flores”, señalaba volteando hacia el left-field, apuntando hacia lo más alta de la barda de concreto que separaba al parque de pelota de la escuela secundaria con la que colindaba: “Nelson no la llegó ni de cerca adonde la puso Frank Robinson”.

Más que anecdótica, la cita del “Tuza” resultó histórica y es que el batazo de Robinson a principios de Noviembre de 1977 pudo haber sido el último jonrón conectado por el inmortal del béisbol en su carrera. Algo que hoy se recuerda al saber de su fallecimiento.

Robinson no fue ajeno al béisbol de invierno luego de que desde 1969 incursionó como manager en Puerto Rico como manager de Santurce, equipo al que dirigió durante ocho temporadas, logrando un campeonato.

¿Cómo es que este gran e inolvidable personaje llegó a Culiacán?

La historia se remonta a 1974 y el gestor de su contratación fue, ¿quién más?, don Juan Manuel Ley, el histórico propietario de los Tomateros de Culiacán quien por el mes de ese año, estando de visita en Los Angeles, tuvo a bien asistir a un juego de los Angeles en Anaheim. Ahí, previo al juego, tuvo chance de saludar y tomarse una foto incluso con Robinson.

Enterado de que el norteamericano, de apenas 39 años de edad, ya dirigía en invierno, se animó a retarlo: “¿cuándo te animas a dirigir a mi equipo en Culiacán?. Tú pon la fecha”. Robinson sonrió y sólo atinó a responder “yo lo se lo haré saber, mister Ley”.

A finales de 1974, Robinson fue nombrado manager-jugador de los Indios de Cleveland en donde por cierto, en su primer juego conectó de cuadrangular hasta que en los primeros meses de 1977 fuera despedido de la tribu y se quedara sin chamba.

Fue en el mes de Junio de ese 1977 que JM Ley retomó el contacto con el ahora personaje de 42 años, charla telefónica de la que se desprendió más tarde una nueva visita a California en el mes de Julio.

“Robinson era un caballero de los pies a la cabeza, un individuo con el que negociar era un placer. Escuchaba, planteaba dudas y al final de la plática me dijo: estoy entusiasmado por ir a Culiacán”.

Don Juan Manuel reconoció que el primer planteamiento que le hizo Robinson fue que él quería ser manager-jugador y por supuesto que se aceptó sin problema alguno.

Así fue como en el mes de Agosto se hizo la presentación del ligamayorista, siendo en ese entonces toda una noticia “bomba” que percutió en el mundillo beisbolero mexicano.

El paso de Robinson como manager de los Tomateros no fie del todo irregular y no fueron los resultados los factores que forzaron su salida. Dirigió durante 44 juegos en los que record fue 23-21. El record del equipo en rol regular fue de 42-31.

Sirvió de puente para que llegaran al equipo peloteros como Bobby Tolan, Mark Budaska, Ike Hampton y Tommie Smith.

Un 29 de Noviembre se anunció su salida por razones personales si bien aún hoy hay quienes contradicen la versión señalando que fue despido. Nadie mejor don Juan Manuel Ley para conocer la razón: “Frank fue muy honesto con nosotros, desde inicios de Noviembre nos dijo que no iba a poder continuar luego de que su esposa Barbara Ann le pidió no dejarla sola tanto tiempo. Ella lo había acompañado a Puerto Rico pero no vino a Culiacán. Yo le pedí que me aguantara un poco hasta que consiguiera un sustituto y mira, los Mayos de Navojoa soltaron a (Raúl) Canu y nos hizo campeones”.

Y no se fue Robinson sin antes dejar en Culiacán rasgos de su grandeza.

Juego de sábado en la noche ante un “Angel Flores” que mostraba una rala asistencia. Séptima entrada en que iban cayendo los Tomateros 5 por 0 ante los Yaquis de Ciudad Obregón. Era la séptima entrada y en apego al estilo que tanto se le criticó, Robinson aparecía recargado en la torre de alumbrado que se ubicaba dentro del campo de juego, a metros del dogout.

De repente, volteó hacia la banca, dio una instrucción y él mismo se encargó de elegir de entre la batera una majagua a su gusto. El batboy, el inolvidable “Pájaro Ibarra”, se acercó para ver si en algo podía asistir a su manager pero apenas con un gesto, Robinson le hizo saber que todo estaba bien.

Entró de emergente por el segunda base Floyd Rayford, así se anunció por el sonido local. El recorrido desde la banca de madera que se ubicaba afuera del dogout hasta el home lo hizo no blandiendo el bat sino más bien trazando un surco en el mismo. Ya en la caja de bateo, erguido, tomó su turno mostrando los dejos de lo que fue siempre su fiereza como bateador.

Dejó pasar el primer pitcher y al siguiente le hizo un swing que falló. Lo que vino a continuación fue una curva hacia la esquina de afuera que nunca llegó al plato: el contacto de la madera con la pelota prácticamente se oyó en el viejo inmueble, haciendo eco en la gran mole de concreto.

El viaje de la esférica fue una enorme parábola, pasando lejos de las dos bardas del castigado prado izquierdo. Nada qué hacer, mucho qué aplaudir. Frank Robinson en su jugo, el sello de la casa, jonrón de un histórico del béisbol.

Descanse en paz y gracias por los recuerdos (desde un espacio de cemento en las gradas laterales del derecho).

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